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Statement of Bishop Peter F. Christensen Concerning the Impending Execution of Thomas Creech

Updated: Mar 4



 




Bishop Peter F. Christensen

Idaho's first execution in nearly 12 years will take place on February 28. The state's highest court denied a stay of execution for Thomas Eugene Creech and dismissed the 73-year-old's two state appeals. Creech, a serial killer, was convicted of three murders in Idaho, one in Oregon, and one in California between 1974 and 1981. At one point, he confessed to a total of 42 murders in various other states. Creech has been incarcerated in Idaho for nearly 50 years.


Given the atrocities committed by Creech, what should be the Catholic response to this impending execution? What does the Catholic Church teach concerning the death penalty?


Pope Francis revised the Catechism of the Catholic Church (CCC) in 2018, making support for the death penalty practically inadmissible:


Recourse to the death penalty on the part of legitimate authority, following a fair trial, was long considered an appropriate response to the gravity of certain crimes and an acceptable, albeit extreme, means of safeguarding the common good.


Today, however, there is an increasing awareness that the dignity of the person is not lost even after committing very serious crimes . . . more effective systems of detention have been developed, which ensure the due protection of citizens but, at the same time, do not definitively deprive the guilty of the possibility of redemption.

Consequently, the Church teaches, in the light of the Gospel, that “the death penalty is inadmissible because it is an attack on the inviolability and dignity of the person,” and [the Church] works with determination for its abolition worldwide.

-- (CCC #2267).


The last three popes -- St. John Paul II, Benedict XVI, and Francis -- have made their opposition to the death penalty clear. Consider the 1999 statement of Pope St. John Paul II: “A sign of hope is the increasing recognition that the dignity of human life must never be taken away, even in the case of someone who has done great evil . . . I renew the appeal I made most recently at Christmas for a consensus to end the death penalty, which is both cruel and unnecessary.”


For some Catholics, however, opposing the death penalty continues to be the most difficult aspect of the Church’s pro-life stance. The US Bishops Conference (USCCB) noted in their document “Life Matters: A Catholic Response to the Death Penalty” that “For people committed to upholding the sanctity of human life, the death penalty can present a challenge. Properly understood, however, Catholic teaching against the death penalty is both persuasive and eminently pro-life.”


The US Bishops reflect on the essential dimensions of a pro-life stance, saying,


It begins with the affirmation that human dignity applies to every human being, to victims as well as those who have committed crimes against life. Our teaching also holds that recourse to the death penalty may be justified only under the most narrow circumstance, namely, when it is “the only possible way of effectively defending human lives against the unjust aggressor" (CCC no. 2267).


The same USCCB document asks, “Even if the death penalty was always imposed without error, should we support its use?” They explain that capital punishment adds to our secular culture’s increasing disrespect for human life by “fostering a spirit of vengeance.”


The USCCB document explains that Christians, conscious of their brokenness and need for redemption, believe and hope in a merciful and loving God who calls all to imitate Him more perfectly by witnessing to the inherent dignity of every human being, including those whose actions have been despicable.


As Christians, we are called to oppose the culture of death by witnessing to the Gospel of life. Jesus said, "Blessed are the merciful, for they will be shown mercy (Mt 5:7). In the light of the Gospel of mercy and hope, our response to the death penalty is not based on who Thomas Creech is, but rather on who we are in Christ.


Sincerely Yours in Christ,




Bishop Peter F. Christensen


Bishop Peter Christensen, M.A., D.D.

Roman Catholic Diocese of Boise

1501 S. Federal Way, Suite 400

Boise, Idaho 83705


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Declaración sobre la inminente ejecución de Thomas Creech


La primera ejecución de Idaho en casi 12 años tendrá lugar el 28 de febrero. El más alto tribunal del estado ha denegado la suspensión de la ejecución de Thomas Eugene Creech y ha desestimado los dos recursos de apelación presentados por este hombre de 73 años. Creech, asesino en serie, fue condenado por tres asesinatos en Idaho, uno en Oregón y otro en California entre 1974 y 1981. En un momento dado, confesó un total de 42 asesinatos en otros estados. Creech lleva casi 50 años encarcelado en Idaho.


Dadas las atrocidades cometidas por Creech, ¿cuál debería ser la respuesta católica a esta inminente ejecución? ¿Qué enseña la Iglesia católica sobre la pena de muerte?


El Papa Francisco revisó el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) en 2018, haciendo prácticamente inadmisible el apoyo a la pena de muerte:


El recurso a la pena de muerte por parte de la autoridad legítima, tras un juicio justo, se consideró durante mucho tiempo una respuesta adecuada a la gravedad de ciertos delitos y un medio aceptable, aunque extremo, de salvaguardar el bien común.


Hoy, sin embargo, se es cada vez más consciente de que la dignidad de la persona no se pierde ni siquiera tras la comisión de delitos muy graves... se han desarrollado sistemas de detención más eficaces, que garantizan la debida protección de los ciudadanos pero que, al mismo tiempo, no privan definitivamente a los culpables de la posibilidad de redención.


En consecuencia, la Iglesia enseña, a la luz del Evangelio, que “la pena de muerte es inadmisible porque atenta contra la inviolabilidad y la dignidad de la persona”, y la Iglesia trabaja con determinación por su abolición en todo el mundo.


-- (CIC n. 2267).


Los tres últimos Papas -San Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco- han dejado clara su oposición a la pena de muerte. Consideremos la declaración de 1999 del Papa San Juan Pablo II: “Un signo de esperanza es el creciente reconocimiento de que la dignidad de la vida humana nunca debe ser quitada, incluso en el caso de alguien que ha hecho un gran mal.... Renuevo el llamamiento que hice hace poco en Navidad en favor de un consenso para poner fin a la pena de muerte, que es cruel e innecesaria".


Para algunos católicos, sin embargo, oponerse a la pena de muerte sigue siendo el aspecto más difícil de la postura provida de la Iglesia. La Conferencia Episcopal de Estados Unidos (USCCB) señaló en su documento “La vida importa: Una respuesta católica a la pena de muerte” que “para las personas comprometidas con la defensa de la santidad de la vida humana, la pena de muerte puede suponer un reto. Sin embargo, bien entendida, la enseñanza católica contra la pena de muerte es persuasiva y eminentemente provida”.


Los Obispos de EE.UU. reflexionan sobre las dimensiones esenciales de una postura provida, diciendo,


Comienza con la afirmación de que la dignidad humana se aplica a todo ser humano, tanto a las víctimas como a quienes han cometido delitos contra la vida. Nuestra enseñanza también sostiene que el recurso a la pena de muerte sólo puede justificarse en las circunstancias más limitadas, a saber, cuando es "el único medio posible para defender eficazmente vidas humanas contra el agresor injusto" (CIC n. 2267).


La doctrina recuerda que si los medios no letales pueden proteger a la sociedad, éstos son preferibles, ya que son "más conformes a las condiciones concretas del bien común y más conformes a la dignidad de la persona humana" (CIC n. 2267).


El mismo documento de la USCCB se pregunta: "Incluso si la pena de muerte se impusiera siempre sin error, ¿deberíamos apoyar su uso?". Explican que la pena capital se suma a la creciente falta de respeto de nuestra cultura secular por la vida humana al "fomentar un espíritu de venganza."


El documento de la USCCB explica que los cristianos, conscientes de su quebrantamiento y necesidad de redención, creen y esperan en un Dios misericordioso y amoroso que llama a todos a imitarle más perfectamente dando testimonio de la dignidad inherente a todo ser humano, incluidos aquellos cuyas acciones han sido despreciables.


Como cristianos, estamos llamados a oponernos a la cultura de la muerte dando testimonio del Evangelio de la vida. Jesús dijo: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia” (Mt 5, 7). A la luz del Evangelio de la misericordia y la esperanza, nuestra respuesta a la pena de muerte no se basa en quién es Thomas Creech, sino en quiénes somos en Cristo.


Sinceramente suyo en Cristo,



Obispo Peter F. Christensen

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